17 - Noviembre - 2007
Daniel Seijo - MOTORPASION
Creo que una de las situaciones que más modifica el comportamiento de una persona en comparación con la poca importancia que tiene es sacarse el carné de conducir. Me explico: la selectividad o unas oposiciones son cosas que también obsesionan, pero realmente pueden marcar el resto de la vida de una persona, llevándola por caminos distintos. El carné de conducir, o se saca pronto o se saca tarde, pero no hay más posibilidades.
Aún así, mientras te estás sacando el carné de conducir le das la chapa a todo el mundo con cada anécdota de cada práctica. Y no te das cuenta de ello hasta que es otra persona la que te lo viene a contar. Porque el hecho es que, desde el momento en que tienes el carné, el proceso de sacarlo queda reducido a nada. Y ojo, quién esté libre de pecado que tire la primera piedra. No quiero ni pensar la cantidad de anécdotas tontas de autoescuela que habrán tenido que soportar mis amigos.
Para hacer un poco de memoria y contradecirme a mí mismo, os comento las más “simpáticas”:
Mi profesor de autoescuela llevaba una caja de preservativos escondida en el coche. Nunca le pregunté por qué. Afortunadamente, tampoco trató de utilizarla nunca.
Aprobé el práctico a la segunda. Después de suspender la primera, mi profesor me dijo que no hiciera más prácticas, que él no me podía enseñar a conducir mejor, que me habían suspendido porque les había dado la gana (dos faltas graves por salir del carril de lentos irónicamente en la señal de próximo fin de carril de lentos).
Mi primer examinador paró en un bar de carretera a intentar ligar con la camarera. Era algo habitual en él por lo que contaban.
La mayoría de mis prácticas tenían como música de fondo a Gomaespuma. A mi profesor le encantaba, y la verdad era divertido y relajante.